Mucho agradeceré la publicación de la siguiente nota.
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¡Aj, ese periodismo cholo!
Arturo von Vacano
La horrorosa cosa que escribe un destructor sin conciencia del idioma
español bajo el absurdo título de "mi Amigo José" me sirve de pretexto para
referirme al capítulo XX de la no muy ponderada obra digital titulada
"Memoria del Vacío", publicada por Comteco desde Cochabamba para el mundo
entero y leída por no más de 41.000 personas pero no menos de 39.999.
(Comteco también dijo que fueron 91.000, pero ni yo lo creo). Usted puede
ser su lector #41.001 si visita Comteco ahora mismo apretando esa tecla y
esta otra.
Ese capítulo, dedicado a una experiencia inédita del periodismo boliviano
(la publicación en Ultima Hora de un comentario contra Banzer que fuera
robado once años después por El Diario para publicarlo letra por letra
contra Siles Suazo sin conocimiento de su autor) incluye y copia un ejemplo
del periodismo cholo que quiero criticar en estas líneas, estilo del que "Mi
Amigo José" viene a ser un nuevo paradigma. (Si desea usted leer el primer
ejemplo, visite Comteco, pues. Que conste que esta es mi tercera
invitación).
Como con la pornografía, sucede que es algo difícil describir esta "escuela"
aunque hasta un niño de teta puede reconocerla cuando la ve. Todos la
reconocemos porque dice y no dice, critica y no critica, elogia y no elogia,
aplaude y no aplaude, usa el tono sibilino de un áspid e insulta pero no
insulta y comenta pero no comenta mientras hace trizas de la lengua
cervantina. No busca la claridad y la sencillez sino que se refugia en la
ambigüedad y la estupidez. Cuando usted termina de leer un ejemplo de
periodismo cholo puede reconocerlo porque se siente como si hubiera comido
bazofia podrida y venenosa.
Además de lucir todas estas virtudes, "Mi Amigo José" es una nota ridícula y
absurda. Ridícula porque, de existir ese pobre José, se necesita haberse
resfriado del cerebro para usarlo de pretexto para no decir nada, someterlo
a uno y mil escarnios, exageraciones y mentiras, e insistir en que este José
es amigo del autor del horror que comento.
Es absurda porque tilda de "bruto" a José apenas lo llama "amigo". Piense
usted: si lo que dice esa línea es cierto, nadie debería leer una línea más:
si es cierto que son amigos también es cierto que son brutos, porque sólo
entre iguales se da la amistad. ¿Quiere usted leer comentarios tan brutos?
Es ridícula porque ningún autor de disloques semejantes puede darse pistos
y escribir "el amigo de nuestro amigo Von algo" como escribe tan suelto de
cuerpo este enemigo de la cultura. Nadie que escriba "Von" en lugar de "von"
es amigo de ningún "von". Nadie. Afirmo, e insisto en que se me crea, que no
conozco a este depredador ni de frente ni de perfil, y que agradezco a los
dioses por haberme librado de semejante disgusto. Digo y repito que no hay
"von" en el mundo que quiera aceptar siquiera que lo ha visto alguna vez, y
menos que le hablara, dándole pie para mostrar y demostrar sus dolorosas
limitaciones.
Pero claro, esto no es nada personal, pues. Sigamos con el estilo cholo y
los fáciles modos de reconocerlo. Otra cualidad de este estilo es que da
asco por su hipocresía. No sé si soy claro. Para saberlo, mi lector puede
comparar este párrafo con cualquier otro de la monstruosidad que comento si
es que no ha desaparecido ya, víctima de la vergüenza comunal.
Aún otro detalle es la ignorancia total del uso aconsejable de comas,
puntos, puntos aparte, mayúsculas, minúsculas y otros signos dedicados a
facilitar generalmente la comprensión de todo texto. En el caso del
periodismo cholo, y siendo su objetivo justamente lo contrario (oscurecer,
nublar, despistar, irse por los Cerros de Ubeda) los practicantes de este
vicio detestable machetean las ideas de tal manera que uno llega a creer que
escribieron su nefasta obra mientras llevaban tres botellas de pisco barato
entre pecho y espalda.
Sabemos todos que las connotaciones negativas de la voz "cholo" se derivan
de las dolorosa experiencias que todos hemos sufrido al tratar con
ejemplares no muy respetables de estos productos inevitables del mestizaje.
Cuando hablamos de un "cholo proceder" nos referimos a esa conducta innoble,
dual, deshonrosa, servil, sucia, detestable y melosa que hemos aprendido a
ver en tales ejemplares. Basta con comparar lo que pensamos al pensar
"cholitay" para darnos cuenta de las diferencias justas a las que nos
empujan nuestras experiencias personales.
Ello nos lleva a la ineludible conclusión de que ser "cholo" no es cuestión
racial, sino moral. Cualquier gringo mentecato puede ser un cholo de novela,
así tenga la piel de mantequilla. Y cualquier piel de cobre puede ser un
héroe y un caballero porque así de noble ha nacido y así es. Tupac Amaru me
viene a la mente. Eso lo sabe cualquier hijo de vecino, ¿no?
Lo que no sabe cualquier hijo de vecino es que mucha gente en Bolivia piensa
en aymara o quechua y escribe lo que piensa en castellano, lo que produce a
veces ese estilo "cholo" que tanto me duele criticar hoy.
Si se fija usted en algunos párrafos de "Mi Amigo José", notará usted sin
dificultad alguna el despiste mental, total, horripilante, monstruoso,
lacerante y deformante que aqueja a quien lo firma. No sólo es esa mente una
ensalada de idiomas nativos e importados, sino que, como sucede con un
batido de huevos duros, ha mezclado todo, el inglés, los Beatles, la
homosexualidad galopante y el valor diario del dólar, en un río tenebroso de
ideas y cuasi conceptos que emergen y manchan el sentimiento ajeno como la
caquita de una guagua nacida ayer que brilla en la pechera de su tío el
embajador.
Este tifón mental se origina en la imposibilidad de reconocerse a sí mismo
como una identidad y la consecuente condena a caminar toda la vida como
sobre huevos sin saber nunca qué es negro, qué es blanco, qué es correcto,
qué es incorrecto ni qué ni quién es uno mismo.
Cuando usted entiende que esta es la esencia y el origen del periodismo
cholo, tiende a perdonarlo o, por lo menos, a ignorarlo. Nadie es perfecto,
se dice usted, deja nomás que siga con sus cosas. Ya se morirá a tiempo.
Pero entonces descubre, como vengo a descubrir yo, que esa mentalidad no
sólo es chola, sino que su obra puede ser peligrosa. Este tipo puede mentir
y difamar, se dice. Puede empujar a la gente de buen corazón a cometer
prejuicios y maldades. Puede empujarla a confundir el bien con el mal. Sobre
todo, puede insultar gratuitamente.
Eso es lo que hizo ese malvado cuando puso al "Von" inventado de su pieza
despreciable junto a los apellidos del único autor que se hizo nombrar
embajador por su tío el Tirano para tratar de publicar su novela en España y
fracasó, el único que prácticamente ha confesado que no piensa en cosa
alguna que no sea el coito animal, ese que, por bromas incomprensibles del
destino, ha venido a representar a la intelectualidad de su patria chica.
Una maldad de semejante calibre es imperdonable. Merece una condena eterna.
Y fue sólo por eso que escribí este sencillo, claro y corto alegato contra
el periodismo cholo sin usar malas palabras, interjecciones ni otra bajezas.
Sólo para que vea usted la diferencia, y sin necesidad de que recuerde los
dos mil quinientos catorce artículos con que lo distraje desde que usted era
soltero.
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