Por: Víctor Montoya
Mientras escribo esta
crónica y miro el dibujo de Raúl Gil Valdez (sed. Rulo Vali), publicado en una
revista boliviana, donde solían incluir una o más caricaturas en su sección de opinión, me pongo a pensar en los efectos que tiene el
sentido del humor, con cuya ironía sutilísima, aparte de resaltar el lado cómico,
risueño y ridículo de un personaje o situación determinada, se explayan aspectos exagerados pero siempre
dentro de la verdad.
La caricatura es un dibujo que exagera la apariencia física de una
persona, pero que es fácilmente identificable por los rasgos que le
caracterizan, a pesar de la distorsión humorística y el aspecto grotesco al que
es sometido por el caricaturista, quien tiende a ampliar o simplificar ciertos
rasgos faciales, con el fin de representar un defecto ético o moral del
personaje en cuestión. Por lo tanto, la caricatura, con muy pocas palabras o
sin ninguna, es un verdadero chiste visual que nos arranca una sonrisa, quizás,
porque una imagen dice más que mil palabras.
Es interesante constatar
cómo el hombre, a pesar de los múltiples problemas que lo aquejan, puede darse
tiempo y modos de burlarse y reírse de sí mismo y de los demás, con los
elementos sencillos que le proporciona su propio acervo cultural, como en el
caso de este “folkhumor”, de
Rulo Vali, que me provocó una risa a flor de labios. Desde luego, cómo no
reírse del falso orgullo de una hermosa China Morena y de la pinta loca de un
diablito que la persigue enamorado, luciendo unos bigotes mefistofélicos, una
capa de conde Drácula y unas botas puntiagudas como sus cachos y su cola.
Este humor,
típicamente boliviano, me confirma la idea de que un diablito puede también sentirse
atraído por una China Morena, quien, además de lucir bonita cara y bonitas
piernas, arrastra detrás de sí una cola más voluminosa que la de un saurio. Por
eso el diablito, tentado por ese hermoso atributo que ella tiene allá donde se
le inflan las mini-polleras, se pone trinche en ristre, sin importarle los “qué
dirán”, pues parece estar convencido de que es chiquito pero cumplidor.
El humor funciona como
instrumento de comunicación para transmitir pensamientos y sentimientos. No es
casual que, desde la más remota antigüedad, todas las culturas tuvieron sus
cuenteros y bufones que expresaban, con rodeos, perífrasis o “segundas”, lo que los demás ciudadanos
no se atrevían a expresar en público. Por otro lado, no cabe duda de que el
humor es una de las expresiones más sublimes de la inteligencia humana, ya que a
través de las bromas y los chistes se revelan algunas verdades secretas.
El humor es una forma de presentar, enjuiciar, comentar o
retratar la realidad. Los esclavos lo usaron como arma para ridiculizar o criticar a sus amos, pero también
para manifestar sutilmente lo que no estaba admitido oficialmente por la
llamada “buena urbanidad” y por
las “buenas costumbres sexuales”.
Es decir, nunca faltaron quienes inventaban una serie de imágenes y palabras
referentes al tema de la sexualidad.
La China Morena, por
ejemplo, creyendo todavía en el mito de que la fuerza física de un negro
equivale a la de cuatro indios juntos, prefiere siempre a un Caporal o Rey Moreno,
como quien sabe que más vale hombre conocido que cientos por conocer. En cambio
el diablito, cansado ya de los encantos de la Chinasupay, no cesa en su afán por seducir a la China Morena y probar
lo que Dios le pone en su camino, consciente de que él, en su condición de
diablo, conoce las tentaciones de la fruta prohibida más por viejo que por
diablo.
Los caricaturistas, al
estilo folklórico y tradicional de Rulo Vali, saben que el diablito representa
la picardía masculina; el diablito simboliza la sexualidad reprimida y el
subconsciente que enciende los instintos primarios, incitándonos a cometer el “pecado carnal”; más todavía, el humor
es un excelente instrumento para manifestar las ideas reprimidas o censuradas,
ya sea por la Iglesia o el Estado.
Así ocurrió desde las
épocas en que el humor de carácter sexual era considerado promiscuo. Los
humoristas se refugiaban en las tabernas, bares y cantinas, donde no se admitía
el ingreso de quienes creían que los chistes “colorados” y “obscenos” eran tan peligrosos para las buenas
costumbres, como lo fue la sodomía y felación en la antigua Babilonia.
Asimismo, justo en las culturas donde se reprimió las fantasías sexuales,
floreció el humor erótico que, aparte de deleitar a hombres y mujeres, se dio
modos de llegar incluso hasta los oídos del Sumo Pontífice, como una prueba de
que la fantasía y el humor no conocen destierros ni fronteras.
El humor, incluso en las situaciones más adversas
de la vida, es un antídoto contra la tristeza y la tragedia, porque trata de
buscar la parte cómica del dolor para reírse de ella en lugar de llorar. No en
vano Nietzsche dijo: “El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a
inventar la risa”.
La risa, por su propia naturaleza, es
una de las pocas facultades que diferencia a los seres humanos del resto de las
criaturas del reino animal. Los etólogos no se equivocan en señalar que la risa
es un rictus que aparece en los labios de los primates y se muestra cuando
éstos enseñan los dientes para enfrentar situaciones para ellos absurdas o
incomprensibles. Además, el mundo sin humor sería un infierno. Quizás por eso, cuando un periodista le
preguntó a Walter David Santalla Barrientos: ¿Cómo crees que sería la vida sin
humor? Éste contestó: “Sería como querer beber arena para
quitarse la sed”.
El manantial del
ingenio humano está en el sentido del humor, quizás no en la broma pesada, pero
sí en los chistes. Los expertos añaden que los chistes influyen de manera positiva en el
estado anímico de las personas, incluso en aquéllas que padecen una enfermedad
terminal. Se ha comprobado que un chiste puede quitarnos la amargura y el dolor,
al menos por un instante, y que la felicidad puede hacernos más positivos y
saludables.
Cuando nos reímos, pareciera ser que todos los problemas y preocupaciones fueron
superados. Este fenómeno ha llevado a varios científicos a estudiar
los efectos de esta reacción hilarante en el organismo humano, teniendo como
premisa que algo tan placentero podría acarrear beneficios a nivel corporal, ya
que la risa puede disparar la producción de endorfinas por parte del cuerpo, en
vista de que actúan como analgésicos para el cerebro. Se afirma también que la
risa puede regular el ritmo cardíaco y bajar la presión arterial.
En la sociedad
boliviana, relativamente conservadora y muy dada a las bromas, el humor es un
elemento indispensable en las reuniones sociales y en los momentos de juerga,
en los cuales se reúnen los amigos para disfrutar de un repertorio humorístico,
que se divide por temas y grados de mayor o menor mordacidad, dependiendo de la
desvergüenza y la amoralidad. Algunas expresiones picarescas rayan en el
extremo de lo irreverente, sin tomar en cuenta la dignidad ni el estado civil,
político o social de la persona; mientras otras, hábilmente entremezcladas con
expresiones moderadas, rozan en las insinuaciones y alusiones de “doble sentido”.
Si el humor irónico
tiene una clara intención revanchista y vengativa, destinada a ridiculizar y
desprestigiar, el humor erótico tiene la fuerza de revelar una zona sagrada,
usando un lenguaje de substantivación vulgar de los órganos y las relaciones
sexuales. Y, lo que es más importante, nadie se salva del chascarrillo picante,
el chiste sarcástico o la picardía del humor, donde los dibujantes y
caricaturistas han encontrado los temas de su preferencia.
El chiste siempre gusta más cuando, por medio de palabras, gestos o
dibujos, desacraliza lo sagrado y enaltece lo vulgar. Uno se ríe de cosas
absurdas que reconoce en su entorno inmediato y de los temas que, siendo en
apariencia demasiado serios, esconden un lado cómico que provoca la risa; por
eso los dichos y hechos de los políticos, que se prestan a las parodias y
paradojas, son valiosas fuentes de inspiración para los caricaturistas y
comediantes. La caricatura política, a veces disparada como una saeta, es un
sistema de lucha dirigido con virulencia contra personajes de la vida pública,
con el ánimo de ridiculizarlos resaltando sus errores y metidas de pata.
El humor, aunque desempeña una función catártica semejante al de las
lágrimas, causa efectos diferentes según la edad de los individuos y de acuerdo
a los parámetros culturales de una época y sociedad determinadas; por eso mismo,
los niños, que no entienden la sutileza de la sátira, el sarcasmo ni la ironía,
debido a su escasa capacidad lingüística y falta de razonamiento lógico, se
ríen mucho más de los hechos concretos como las caídas y los tropiezos.
Las diferencias culturales pueden hacer que lo que resulta divertido en un
contexto carezca de gracia en otro. No es lo mismo reírse de un chiste mexicano
en los países hispanoamericanos, que reírse de un chiste que corresponde a la
realidad y mentalidad anglosajonas, a pesar de que las redes sociales, el cine
y el mundo del espectáculo están cada vez en un proceso de convertir al mundo
en una aldea global. Y, como consecuencia de estos avances, ojalá un día el humor sea materia obligatoria en las escuelas y
cátedra en las universidades.
Por lo demás, sólo nos
queda disfrutar de la comicidad y el ingenio de estos artistas que, con una
simple imagen y economía de palabras, nos revelan las travesuras de la
imaginación y nos arrancan una sonrisa irresistible, como ocurre con este
genial dibujo de Rulo Vali, donde la China Morena, de actitud atildada y figura
espléndida, le dice al pobre Satanás: “No
insistas, Satuco..., sabes nomás que yo prefiero un Moreno del Gran Poder...”.
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