La historia comienza con una juerga: Ronald Ramos y sus amigos se embriagan, tienen una no tan grave discusión (uno de sus "carnales" no saludó al grupo y provocó un impasse) de la que deriva la famosa frase "no es que te ralles así" y alguien de ellos (Ricardo) filma la escena. El video se hace viral en las redes sociales...
Ahora son muchísimos quienes, ante el comportamiento inusual de sus pares, pronuncian esas palabras, que incluso motivaron la impresión de poleras, cuadernos y vasos de regalo, y hasta canciones de distinto ritmo. Y, para infortunio del muchacho, la frase llegó a algunos comedidos del Concejo Municipal de El Alto.
En un arranque de alteñismo, aquel ente deliberante entregó un "reconocimiento" a Ramos, quien, con una alegría natural ante una distinción de esa naturaleza, recibió el certificado, en coincidencia con los actos cívicos del 6 de marzo.
Inmediatamente conocida la noticia, las redes sociales hirvieron de indignación, ironía y rechazo con la decisión legislativa... ¿Ramos distinguido por solo pronunciar una frase? ¡Cómo, si es un borracho! Si lo premian de nada, ¿para qué quemarse las pestañas estudiando? ¿Y qué de otros ciudadanos alteños que más merecimientos tienen? Y así...
El jovenzuelo de la frase resultó dilapidado en un santiamén. No hubo clemencia, y de la crucifixión pública oficiaron periodistas, políticos, gente de a pie, tuiteros y feisbuqueros.
Salvo los políticos, que con ciertas estupideces suelen copar las reacciones en las redes y los medios de información, pocos tienen la ocasión que tuvo Ronald de ser el centro del comentario común, hasta incluso convertir una frase en modismo.
Ahora, el "no es que te ralles así" —entendido como que no hagas ni digas estupideces o no te rayes ni pierdas la cordura— es de uso popular y quien lo puso en nuestro vocabulario es un joven alteño cuya realidad es digna de comprensión, consideración y atención, más allá de la circunstancia en la que acuñó la frase. El mayor de seis hermanos, de padres separados y de una situación económica vulnerable, Ronald es quien lleva la carga pesada de la casa, a veces de albañil o responsable de un equipo de amplificación musical; es el apoyo de su madre en la difícil sobrevivencia de la familia, como lo describió La Razón en un reportaje posterior a la viralización de la imagen y las palabras del muchacho.
La ingenuidad de aquel jovencito no consideró llamar la atención de unas autoridades que a la hora de justificar el premio no supieron cómo hacerlo. Así, los concejales lo expusieron ante la opinión pública, que descontextualizada de sus circunstancias lo puso al borde del "exilio", la resignación del galardón, las lágrimas y el trauma.
Ronald no es el culpable del incesante escarnio, sino las autoridades municipales de El Alto por saltarse el protocolo —si hay— de distinciones. Más que un galardón sin argumentos, un incentivo mejor para el jovenzuelo pudo ser una beca de estudios para su vuelta al colegio o para recuperación económica de su familia.
Si bien por sí sola la frase tiene el mérito de incrustarse en el habla popular, incluso fuera del diccionario y la gramática, no llamaría la atención de un serio y colegiado consejo de autoridades. Pero pasó, y bastó para aleccionar masas en las redes sociales en contra de su autor.
Ronald sobrevivió a una dilapidación, típica en las redes sociales. Hay que redimirlo sino con algo mejor, con una simple disculpa.
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