Copyrights @ Journal 2014 - Designed By Templateism - SEO Plugin by MyBloggerLab

15/7/14

La chispa del humor folklórico

Share
Por: Víctor Montoya

Mientras escribo esta crónica y miro el dibujo de Raúl Gil Valdez (sed. Rulo Vali), publicado en una revista boliviana, donde solían incluir una o más caricaturas en su sección de opinión, me pongo a pensar en los efectos que tiene el sentido del humor, con cuya ironía sutilísima, aparte de resaltar el lado cómico, risueño y ridículo de un personaje o situación determinada, se explayan aspectos exagerados pero siempre dentro de la verdad.

La caricatura es un dibujo que exagera la apariencia física de una persona, pero que es fácilmente identificable por los rasgos que le caracterizan, a pesar de la distorsión humorística y el aspecto grotesco al que es sometido por el caricaturista, quien tiende a ampliar o simplificar ciertos rasgos faciales, con el fin de representar un defecto ético o moral del personaje en cuestión. Por lo tanto, la caricatura, con muy pocas palabras o sin ninguna, es un verdadero chiste visual que nos arranca una sonrisa, quizás, porque una imagen dice más que mil palabras.

Es interesante constatar cómo el hombre, a pesar de los múltiples problemas que lo aquejan, puede darse tiempo y modos de burlarse y reírse de sí mismo y de los demás, con los elementos sencillos que le proporciona su propio acervo cultural, como en el caso de este “folkhumor”, de Rulo Vali, que me provocó una risa a flor de labios. Desde luego, cómo no reírse del falso orgullo de una hermosa China Morena y de la pinta loca de un diablito que la persigue enamorado, luciendo unos bigotes mefistofélicos, una capa de conde Drácula y unas botas puntiagudas como sus cachos y su cola.

Este humor, típicamente boliviano, me confirma la idea de que un diablito puede también sentirse atraído por una China Morena, quien, además de lucir bonita cara y bonitas piernas, arrastra detrás de sí una cola más voluminosa que la de un saurio. Por eso el diablito, tentado por ese hermoso atributo que ella tiene allá donde se le inflan las mini-polleras, se pone trinche en ristre, sin importarle los “qué dirán”, pues parece estar convencido de que es chiquito pero cumplidor.

El humor funciona como instrumento de comunicación para transmitir pensamientos y sentimientos. No es casual que, desde la más remota antigüedad, todas las culturas tuvieron sus cuenteros y bufones que expresaban, con rodeos, perífrasis o “segundas”, lo que los demás ciudadanos no se atrevían a expresar en público. Por otro lado, no cabe duda de que el humor es una de las expresiones más sublimes de la inteligencia humana, ya que a través de las bromas y los chistes se revelan algunas verdades secretas.
   
El humor es una forma de presentar, enjuiciar, comentar o retratar la realidad. Los esclavos lo usaron como arma para ridiculizar o criticar a sus amos, pero también para manifestar sutilmente lo que no estaba admitido oficialmente por la llamada “buena urbanidad” y por las “buenas costumbres sexuales”. Es decir, nunca faltaron quienes inventaban una serie de imágenes y palabras referentes al tema de la sexualidad.

La China Morena, por ejemplo, creyendo todavía en el mito de que la fuerza física de un negro equivale a la de cuatro indios juntos, prefiere siempre a un Caporal o Rey Moreno, como quien sabe que más vale hombre conocido que cientos por conocer. En cambio el diablito, cansado ya de los encantos de la Chinasupay, no cesa en su afán por seducir a la China Morena y probar lo que Dios le pone en su camino, consciente de que él, en su condición de diablo, conoce las tentaciones de la fruta prohibida más por viejo que por diablo.

Los caricaturistas, al estilo folklórico y tradicional de Rulo Vali, saben que el diablito representa la picardía masculina; el diablito simboliza la sexualidad reprimida y el subconsciente que enciende los instintos primarios, incitándonos a cometer el “pecado carnal”; más todavía, el humor es un excelente instrumento para manifestar las ideas reprimidas o censuradas, ya sea por la Iglesia o el Estado.

Así ocurrió desde las épocas en que el humor de carácter sexual era considerado promiscuo. Los humoristas se refugiaban en las tabernas, bares y cantinas, donde no se admitía el ingreso de quienes creían que los chistes “colorados” y “obscenos” eran tan peligrosos para las buenas costumbres, como lo fue la sodomía y felación en la antigua Babilonia. Asimismo, justo en las culturas donde se reprimió las fantasías sexuales, floreció el humor erótico que, aparte de deleitar a hombres y mujeres, se dio modos de llegar incluso hasta los oídos del Sumo Pontífice, como una prueba de que la fantasía y el humor no conocen destierros ni fronteras.

El humor, incluso en las situaciones más adversas de la vida, es un antídoto contra la tristeza y la tragedia, porque trata de buscar la parte cómica del dolor para reírse de ella en lugar de llorar. No en vano Nietzsche dijo: “El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa”.

La risa, por su propia naturaleza, es una de las pocas facultades que diferencia a los seres humanos del resto de las criaturas del reino animal. Los etólogos no se equivocan en señalar que la risa es un rictus que aparece en los labios de los primates y se muestra cuando éstos enseñan los dientes para enfrentar situaciones para ellos absurdas o incomprensibles. Además, el mundo sin humor sería un infierno. Quizás por eso, cuando un periodista le preguntó a Walter David Santalla Barrientos: ¿Cómo crees que sería la vida sin humor? Éste contestó: “Sería como querer beber arena para quitarse la sed”.

El manantial del ingenio humano está en el sentido del humor, quizás no en la broma pesada, pero sí en los chistes. Los expertos añaden que los chistes influyen de manera positiva en el estado anímico de las personas, incluso en aquéllas que padecen una enfermedad terminal. Se ha comprobado que un chiste puede quitarnos la amargura y el dolor, al menos por un instante, y que la felicidad puede hacernos más positivos y saludables.

Cuando nos reímos, pareciera ser que todos los problemas y preocupaciones fueron superados. Este fenómeno ha llevado a varios científicos a estudiar los efectos de esta reacción hilarante en el organismo humano, teniendo como premisa que algo tan placentero podría acarrear beneficios a nivel corporal, ya que la risa puede disparar la producción de endorfinas por parte del cuerpo, en vista de que actúan como analgésicos para el cerebro. Se afirma también que la risa puede regular el ritmo cardíaco y bajar la presión arterial.

En la sociedad boliviana, relativamente conservadora y muy dada a las bromas, el humor es un elemento indispensable en las reuniones sociales y en los momentos de juerga, en los cuales se reúnen los amigos para disfrutar de un repertorio humorístico, que se divide por temas y grados de mayor o menor mordacidad, dependiendo de la desvergüenza y la amoralidad. Algunas expresiones picarescas rayan en el extremo de lo irreverente, sin tomar en cuenta la dignidad ni el estado civil, político o social de la persona; mientras otras, hábilmente entremezcladas con expresiones moderadas, rozan en las insinuaciones y alusiones de “doble sentido”.

Si el humor irónico tiene una clara intención revanchista y vengativa, destinada a ridiculizar y desprestigiar, el humor erótico tiene la fuerza de revelar una zona sagrada, usando un lenguaje de substantivación vulgar de los órganos y las relaciones sexuales. Y, lo que es más importante, nadie se salva del chascarrillo picante, el chiste sarcástico o la picardía del humor, donde los dibujantes y caricaturistas han encontrado los temas de su preferencia.

El chiste siempre gusta más cuando, por medio de palabras, gestos o dibujos, desacraliza lo sagrado y enaltece lo vulgar. Uno se ríe de cosas absurdas que reconoce en su entorno inmediato y de los temas que, siendo en apariencia demasiado serios, esconden un lado cómico que provoca la risa; por eso los dichos y hechos de los políticos, que se prestan a las parodias y paradojas, son valiosas fuentes de inspiración para los caricaturistas y comediantes. La caricatura política, a veces disparada como una saeta, es un sistema de lucha dirigido con virulencia contra personajes de la vida pública, con el ánimo de ridiculizarlos resaltando sus errores y metidas de pata.

El humor, aunque desempeña una función catártica semejante al de las lágrimas, causa efectos diferentes según la edad de los individuos y de acuerdo a los parámetros culturales de una época y sociedad determinadas; por eso mismo, los niños, que no entienden la sutileza de la sátira, el sarcasmo ni la ironía, debido a su escasa capacidad lingüística y falta de razonamiento lógico, se ríen mucho más de los hechos concretos como las caídas y los tropiezos.

Las diferencias culturales pueden hacer que lo que resulta divertido en un contexto carezca de gracia en otro. No es lo mismo reírse de un chiste mexicano en los países hispanoamericanos, que reírse de un chiste que corresponde a la realidad y mentalidad anglosajonas, a pesar de que las redes sociales, el cine y el mundo del espectáculo están cada vez en un proceso de convertir al mundo en una aldea global. Y, como consecuencia de estos avances, ojalá un día el humor sea materia obligatoria en las escuelas y cátedra en las universidades.

Por lo demás, sólo nos queda disfrutar de la comicidad y el ingenio de estos artistas que, con una simple imagen y economía de palabras, nos revelan las travesuras de la imaginación y nos arrancan una sonrisa irresistible, como ocurre con este genial dibujo de Rulo Vali, donde la China Morena, de actitud atildada y figura espléndida, le dice al pobre Satanás: “No insistas, Satuco..., sabes nomás que yo prefiero un Moreno del Gran Poder...”. 

0 opiniones importantes.: