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25/6/17

Don Fortunato y la fortuna

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"En Bolivia te pueden perdonar todo menos tu esfuerzo y tu prosperidad", me dice don Fortunato Maldonado que, a sus 71 años y con 1,59 de altura, es reconocido competidor  del Dakar y dueño de una de las empresas más modernas y exitosas de prospección, y exploración minera a través de sondajes en diamantina. 

Don Fortunato nació en Uncía (1946). Su madre murió a los pocos meses y su padre, y abuelos cuando él era muy niño. Siendo huérfano, un tío que trabajaba en la mina Milluni se lo trajo para criarlo y que le ayude en los quehaceres del trabajo. "A mis 12 años tuve que escapar de mi tío porque en una caída rompí lo que en aquel tiempo era un lujo: una bicicleta. No me iba a perdonar, así que me escape a Perú, luego a Chile, donde trabajé de todo", cuenta.

Para regularizar su situación en el vecino país, a sus 17 años retornó para hacer el  Servicio Militar y luego tramitar su pasaporte. "Trabajé en el norte de Chile con un gringo que tenía un almacén. Empecé de abajo y terminé llevando parte de su contabilidad", dice.

Cuando llegó a Bolivia su tío era un reconocido dirigente minero de Milluni y de la otrora gloriosa Federación de Mineros. El volver a la casa familiar, aparte del cuartel, lo vínculo con las actividades políticas de su tío. "Eran tiempos en que la izquierda era fuerte y estaba de moda.
 
Jóvenes mineros nos reuníamos secretamente con un señor que nos hablaba sobre algo importante que iba a pasar y que para ser actores de ese hecho histórico debíamos irnos hacia el sur de Bolivia. Después comprobé - lo dice aún con asombro - que ese señor que se presentó con otro nombre, había sido el Che Guevara".

Don Fortunato no fue a Ñancahuazú porque recién había empezado el cuartel. En sus  andanzas con el tío casi también se va al monte con Ernesto Paz, a Teoponte. "Los hijos del Che, murieron acribillados, sacrificados por una revolución que soñaron pero nunca vieron", dice.

 Antes que acabara la dictadura de Banzer conoció a un exiliado Chileno que le sentenció: "Pelao, no hay revolución, es una mamada. Morimos por una utopía que la corrompen los vivillos". 

Don Fortunato que admiraba a ese exiliado porque era bien formado políticamente, moralmente intachable y que vivía pobremente y  olvidado por su partido, y sus amigos, le preguntó por qué le decía eso. "Piensa en ti. La mejor revolución es la que harás en vos y ése es el mejor aporte que le darás a tu patria". Mirándole fijamente a los ojos le dijo: "Agarra un fierro, trabájalo, luego otro, únelos y así con otros fierros haz escaleras, construí tu destino".

 Masticando y entendiendo el mensaje de su amigo exiliado que murió años después, don Fortunato empezó a comprar fierros y ahí se topó con su  destino. "Era  medianos del 85 – cuenta - fui a la feria 16 de julio. Ya había aprendido  harto sobre la calidad de los hierros, de las brocas y demás. Ahí, en medio de mil  hierros sucios, encontré una pequeña broca de diamantina. El del puesto no sabía que tenía algo muy valioso. Me lo vendió en 600 pesos bolivianos. La misma,  reciclada, la  vendí en Lima, Perú, en 7 mil dólares". 

Ahí empezó la travesía empresarial de don Fortunato, que bajo el lema "Bolivia es un país de oportunidades", en 1992, fundó lo que hoy, en base a tecnología e innovación, es la mejor compañía de perforaciones de Bolivia: Maldonado exploraciones, que ofrece servicios en superficie como en interior mina en base a perforación a diamantina, orientación de muestras y alquiler de equipo pesado.  Sus servicios en Bolivia son vitales para los emprendimientos mineros, ya sean públicos o privados. También ofrece servicios en Chile, Paraguay y Argentina.
 
"En Chile se ha prospectado, explorado y  cuantificado el potencial minero para los próximos 100 años", dice. 

Padre de dos hijos y con 45 años de matrimonio dice que las necesidades son madres de la prosperidad. Su hijo Carlos, de formación administrador y gerente de la empresa, me dice que la base del éxito de su padre es la disciplina y el amor al trabajo. "No se puede perder el tiempo, siempre hay algo que hacer. Todos los días empezamos a las seis de la mañana, desayunando toda la familia, y acabamos a las 11 de la noche".

Con orgullo, Carlos señala que su padre "vivió muchos años en el norte de Santa Cruz, con los primeros colonizadores  japoneses que llegaron a Bolivia". "Esas personas vinieron con las manos vacías y hoy  son prósperos empresarios. Su éxito radicaba en el amor al trabajo y a las ganas de superarse. Mi padre lo aplicó para él y lo aplica para nosotros", asegura.

Don Fortunato, que no salió siquiera bachiller, considera que al profesional boliviano le falta dejar su zona de confort y mostrar mayor actitud, y aptitud. "No es bueno que a todo le busquemos pretextos para no hacer. No es bueno tenerle miedo a lo desconocido. Cuando se trabaja no hay fiestas ni feriados como pretexto. Es lo peor posponer las soluciones. Un deseo no cambia las cosas, sí una  decisión con acción, Si el profesional no asume la crítica como instrumento para  superarse y sólo la ve como insulto está perdido. No hay que vivir por lo que dicen,  sino por lo que haces", afirma.

El dolor siempre ha sido el compañero de don Fortunato pero también su motor para  impulsarse. "Uno de mis hijos, se suicidó a los 11 años como resultado de lo que hoy llaman bullyng escolar.
 
Esa tragedia me enseñó el valor de los hijos y de la familia, y que, si bien trabajamos para que no sufran como uno, es más valioso el  amor que les damos", expresa.

 Me despido de este hombre ejemplar - que el próximo año volverá a competir en el Dakar - con una frase que revolotea en  mi mente y que la dijo , mientras tomábamos un café: "El juicio llega en vida, no hay que esperar la muerte".

Ivan Arias Duran es ciudadano de la República de Bolivia.


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