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17/6/19

Huelga y represión en la obra de Víctor Montoya

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Armando Córdova Saavedra (*)

Muchas veces tuve oportunidad para expresar las vivencias del glorioso pasado de nuestro legendario pueblo minero y, en esta ocasión, al leer la obra “Huelga y represión”, escrita por mi dilecto amigo Víctor Montoya, prácticamente me conmovió el relato por la manera en que refleja su propia vivencia.
Se trata de un testimonio que obliga a rememorar un acontecimiento de aquel escenario que nos tocó vivir durante el gobierno militar del Gral. Hugo Banzer Suárez que, de manera similar a otras dictaduras, bañó con sangre esta tierra minera.
Hoy siento una satisfacción y un privilegio comentar la obra, porque permite evocar la esencia misma de lo que fue una “huelga” y el efecto sobreviniente de la denominada “represión”, al que también corresponde añadir la palabra “masacre”. Estas tres palabras tienen su propia naturaleza, su propia realidad y, obviamente, su propia historia.
En la obra, escrita por Víctor Montoya, se observa, a través de su lectura, que la vida del minero está impregnada de un realismo social, que nos permite describir lo que fue propiamente la huelga minera de 1976, que estaba encaminada a lograr reivindicaciones sociales, económicas y políticas, que se traducían en sendos votos resolutivos, manifiestos, boletines y otros, que emergían precisamente de las decisiones de las asambleas mineras como esténtores gritos que repercutían para ser escuchados en el confín de toda nuestra patria y de todas las naciones del mundo. Estas últimas fueron admiradoras de la gallardía y valentía de la clase trabajadora de los distritos de Siglo XX y Catavi, al norte del departamento de Potosí.
Por otra parte, debe destacarse que la huelga minera era una profunda demostración de lucha organizada y masiva. Estos movimientos populares nunca fueron comprendidos por los regímenes militares y los gobiernos civiles, que fueron serviles del fascismo y el imperialismo norteamericano.
Para acallar estas iniciativas mineras, siempre existieron argumentos revestidos de hipocresía y mentiras, que justificaban la intervención militar a los centros mineros, tachando a sus dirigentes de subversivos, extremistas y de incitar a la violencia.
Podemos seguir describiendo algo más en torno a las huelgas mineras, sin embargo, considero la necesidad de penetrar al segundo enfoque del autor del libro: la “represión”.
En esta época, ¿cómo se puede describir la palabra “represión”? Podemos hacerlo, pero lo que sucedió en el pasado nunca se podrá comparar con las vivencias del presente, porque en las épocas de las dictaduras militares, para destruir a los movimientos sindicales de la clase trabajadora, utilizaron la violencia en su máximo grado, actuaron sin respeto a la ley y cometieron delitos de lesa humanidad en su accionar, anularon derechos legítimos y ejercieron toda clase de vejámenes; procedieron a la cacería de dirigentes, desataron una sañuda persecución, prohibieron la libertad de opinión y expresión, imponiendo una censura total; se masacró a obreros, se apresó a dirigentes políticos y sindicales, a muchos de ellos se los hizo desaparecer en los antros carceleros y con esas actitudes pretendieron acallar las legítimas protestas.
En la obra de Víctor Montoya se refleja esa realidad, de modo que, tras su lectura, puede comprenderse mucho más el sufrimiento, el dolor, la angustia, la desesperación y el martirio de los prisioneros políticos, quienes sufrieron la tortura, las agresiones y humillaciones. Frente a esa realidad es importante valorar y destacar que esas víctimas de las fuerzas represivas del régimen, en el fragor de la heroica resistencia contra la dictadura militar, contribuyeron con su sacrificio a la lucha de la clase obrera.
En esa cruda realidad, asimismo, debemos involucrar a los hijos proletarios y a las mujeres mineras, destacando su férrea voluntad de amor y sacrificio en las duras jornadas de huelga, en las que acompañaban al esposo, al hermano y al compañero de clase, soportando con estoicismo la crisis del hambre, mientras otras comprendían que el destierro, el confinamiento y la cárcel eran el destino del esposo dirigente, obligándolas a soportar la ausencia de su pareja sumidas en el letargo del dolor, del sufrimiento y revestidas de llanto y desesperación. Esta es una parte de nuestra historia y, como es natural, todo lo que ocasiona el dolor es lo único que queda grabado en la mente de los seres humanos.
Aprovecho esta oportunidad, a propósito de la obra “Huelga y represión” de Víctor Montoya, para formular una cordial invitación para que cada uno de ustedes opten por investigar y escribir libros sobre nuestro glorioso pasado, en los que reflejen lo humano, los sueños y las tragedias, porque nuestra historia merece ser inmortalizada en el tiempo, sin olvidar que somos hijos de un pueblo minero, que ha escrito su historia con el dolor y la sangre de sus hijos.

* Abogado e historiador de la población minera de Llallagua.

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