José Martínez, Pastor Mamani, Víctor Montoya, Jaime
Flores y Edgar “Huracán” Ramírez
El pasado 23 de junio, en un solemne acto que tuvo lugar
en la población minera de Siglo XX- Llallagua, se presentó “Crónicas Mineras”,
la reciente obra del escritor Víctor Montoya, dentro del marco de las
actividades realizadas con motivo de la conmemoración de los 50 años de la
masacre de San Juan, que fue perpetrada por la entonces dictadura militar de
René Barrientos Ortuño, en la madrugada del 24 de junio de 1967.
Los responsables de presentar el libro, José Martínez,
Jaime Flores López y Oliver Ayaviri, junto a los comentarios de Edgar “Huracán”
Ramírez (jefe del Sistema de Archivo Histórico Minero de Comibol) y Pastor
Segundo Mamani (Presidente de la Corte Suprema de Justicia), coincidieron en que
“Crónicas Mineras” es una obra que tiene un enorme valor histórico, debido a
que rescata una parte de la memoria colectiva de los mineros, a través de
crónicas que giran en torno a las masacres mineras y la trayectoria de varios
dirigentes sindicales del movimiento obrero boliviano.
El autor, como todo cronista fiel a su época y sus ideas,
conoció personalmente a varios de los protagonistas de su obra. Sus palabras
son certeras y sus juicios válidos, pues una cosa es escribir sobre algo que se
investiga en bibliografías y otra muy distinta sobre algo que se narra en
primera persona y luego de haber conversado con los personajes retratados con
un estilo periodístico elegante, introspectivo y revelador.
“Cónicas Mineras” es una buena y amena síntesis de
algunos episodios históricos rescatados de la memoria de un pueblo que, en los
periodos más trágicos de su pasado, soportó dictaduras militares,
apresamientos, torturas, destierros y crímenes de lesa humanidad, pero que
nunca renunció a sus sueños ni esperanzas de forjar una sociedad más justa y
libre, donde todos los ciudadanos pudieran gozar de las prerrogativas del
Estado de Derecho.
Víctor Montoya, escritor reconocido por su vasta
producción literaria tanto a nivel nacional como internacional, no deja de
sorprendernos con estas crónicas que, a diferencia de su obra narrativa en el
género del cuento o la novela, lo muestran de cuerpo entero, con sus
preocupaciones más íntimas y sus experiencia adquiridas en el seno de los
mineros, a quienes los considera los mentores de sus fundamentos ideológicos.
Él mismo, refiriéndose a la gran influencia que el mundo minero tuvo en su
vida, afirmó: “Los mineros han marcado a fuego mi vida y mi obra literaria. A
ellos les debo mi conciencia revolucionaria y les estoy eternamente agradecido.
Ellos fueron los maestros que forjaron mis ideales de justicia y ellos me
enseñaron que la palabra libertad no es un concepto abstracto, sino un derecho
fundamental que debe conquistarse para vivir en una sociedad más armónica y
equitativa, donde todos seamos iguales y nadie sea más que nadie”.
El autor del libro, afirmándose en el testimonio de
mineros y “palliris”, de artistas plásticos y escritores, narra la dramática
realidad de los trabajadores del subsuelo que, aun habiéndose constituido en el
pilar fundamental del naciente capitalismo boliviano, a finales del siglo XIX y
principios del siglo XX, se quedaron al margen de las ganancias millonarias de
los “barones del estaño” y de los órganos del poder, cuyas políticas
extractivistas y legislaciones al servició de la insipiente burguesía nacional y
los consorcios imperialismo, crearon un enorme abismo entre unos que tenían
todo y otros que no tenían nada.
La estructura del libro es una suerte de galería, con
hechos y personajes engranados en la historia del movimiento obrero boliviano
del siglo XX. Las semblanzas de los líderes del sindicalismo nacional como
César Lora, Isaac Camacho, Cirilo Jiménez o Domitila Barrios de Chungara, han
sido trazadas a partir de los recuerdos que el autor conservó en su memoria
desde la infancia. Asimismo, las trágicas escenas de las masacres mineras, como
la del 21 de diciembre de 1942 en los Campos de María Barzola o la masacre
minera de San Juan en la madrugada del 24 de junio de 1967 en Siglo XX, están escritas
desde una perspectiva personal, pero sin eludir el testimonio colectivo, que es
el principal soporte de cada uno de los textos.
Lourdes Peñaranda Morante, bibliotecóloga y responsable
del Archivo Minero de Catavi, apunta en la introducción del libro: “Esperemos
que estas Crónicas Mineras, que nos entregan un puñado de finas estampas
arrancadas de la veta más rica de la producción literaria del autor, sean un
estímulo para rememorar las luchas sociales que permitieron conquistar mejores
condiciones de vida y, al mismo tiempo, contribuyan a perpetuar la memoria
histórica de los mineros, palliris y amas de casa, quienes, con legítimo
derecho y autoridad moral, son los principales protagonistas en estas páginas
escritas con la pasión del alma y el pensamiento anclado en el corazón”.
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