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6/2/19

Diablo, mina y minero, rompecabezas de realismo mágico en Siglo XX

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Por: Juan Carlos Enriques Sanabria (*)

Son los abismos infernales de la mina de Siglo XX donde se escriben los cuentos de Víctor Montoya, preñados de una mezcla de magia, mito y realidad, que retratan los sueños, la dignidad y las esperanzas del minero Nina, Condori, Choque o Mamani, el misterio de la palliri o mujer minera. Son historias que  revelan  al  Tío o diablo,  a la mujer  del  diablo o  China  Supay  y no  olvidan a los fantasmas   como la  k´achachola.

Es el libro “Cuentos de la Mina”, publicado por primera vez el año 2000, traducido al inglés, alemán, italiano, francés y sueco, en una edición de 25 historias, renovado y presentado ayer en su segunda edición con 35 cuentos de esta realidad mágica y mítica.

El Tío tiene cuerpo grotesco, cara feroz, ojos chispeantes, nariz estallada, colmillos aserrados, lengua colgante y orejas de asno. Según los abuelos “llegó en una noche de tormenta”, ¿en 1492?, preñó a la chola más linda y tuvo con ella un hijo deforme, quienes fueron quemados por la ira popular y ese odio y miedo terminaron echando al diablo a los abismos de la mina haciéndolo 300 años después dueño y señor de las riquezas mineras. O el Tío nació porque la gente acogió nuevos y extraños dioses, olvidando a Huari, el dios ancestral, ¿condenándolo a vivir deforme en los infiernos de la mina?

El hombre deja de ser hombre cuando ingresa a la mina y se encuentra con el Tío, en esos oscuros abismos de la tierra se transforma, cuece sus miedos en la oscuridad, quema sus sueños en el ácido de copajira, su dignidad se hace roca, su futuro queda empeñado en el estaño y entonces se transforma en minero, un ser que respira el aliento de la mina y vive las historias más terribles, un ser que parece no tener miedo a la muerte. Así se presenta el minero en los cuentos de la “Imagen del Tío”; “La palliri”; “La K´achachola”; “La China Supay” y “La Tragedia”. El Tío es el amo de la riqueza, él puede decidir el destino del minero, revelarle una veta para que no se muera de hambre o condenarle a la más absoluta miseria.

La muerte llega cuando este qhoyancho cae en el abismo, si nadie ha visto el cuerpo de un minero que cayó 100 metros de profundidad, éste llega desnudo al piso, mordido y devorado por las rocas, con la piel plomiza y los huesos totalmente desencajados en esa bolsa de piel humana. O queda mutilado para siempre con un dinamitazo que puede arrancarle una pierna, un brazo y puede dejarle ciego.

Ese es el retrato del minero que empezó a trabajar la mina de Siglo XX, después de la guerra del Pacífico contratado por empresarios chilenos o más tarde empleado por el potentado Patiño y a partir de 1952 por la empresa estatal COMIBOL y ahora por las cooperativas mineras.

Ese minero que ahora en 2018, a diferencia de otros trabajadores que laburan desde los 14 hasta los 60 años en Bolivia, está condenado a producir mineral hasta los 40 a 45 años porque la perforación de la roca en seco, las condiciones insalubres de la mina le quitan vida, fuerza y dignidad… a los 45, atacado por la silicosis, está condenado a retirarse y si por alguna razón el hambre y la miseria le empujan a seguir ingresando a la mina, morirá ahogado en la sangre de sus pulmones, liquidado por la sílice, el polvo de la mina, que probablemente suelta el Tío, de a poco le va pasando factura a cambio de la riqueza entregada.

Y si quieren saber más secretos y más revelaciones de la mina, del Tío y del minero, lean, avancen hasta el cuento del último pijcheo, que recuerda la relocalización de los mineros, un debate de vida y muerte entre el minero y el señor y amo de los abismos de la mina. El Tío es colonizador y desembarcó con los españoles ¿para colonizar, saquear y matar? o este demonio que da y cobra es Huari, el dios originario, aparecido para calmar los dolores de la invasión.

Esta realidad mágica debe obligarnos a reflexionar sobre la minería, sobre la pobreza que ataca al 80 y 85% de los habitantes de esta región, a mirar más allá de las montañas, a salir de esos abismos infernales y mirar el futuro exigiendo derechos, sin resignarse a una ley minera injustamente aprobada para perjuicio de las regiones mineras, de las familias mineras y del futuro de los qhoyanchos… Si este realismo mágico no consigue aquello, tal vez el Tío y todo este mundo mágico es herencia colonial y no rebeldía de memoria y de dignidad humana.

Llallagua, 6 de septiembre 2018.

*  Jefe de prensa de Radio Pio XII en Siglo XX

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