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23/2/11

Futbol en El Alto. Vivir como si fuera una fiesta.

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Estimados cumpas, ante las apreciaciones casi despectivas de algunos comentariastas futboleros sobre los partidos de la liga en el alto (entiendase el señor pasten y otros) y el desconocimiento sobre la ciudad de El Alto me anime a escribir unas cuantas lineas desde una perspectiva sociologica, espero les agrade y si gustan puedan publicarlo en su blog.

 

abrazos

Marcelo Sarzuri

 

Vivir como si fuera una fiesta

Marcelo Sarzuri-Lima

suckinkaos @ hotmail.com


Existe una ambivalencia en la multitud, lo que permite actos de innovación puede en otros momentos emerger como actos de agresividad, aunque a veces también ambos pueden establecer nexos generando estallidos de descontento o apoyo donde se despliega la capacidad creativa de las personas en intentos de superar sus contradicciones. Muchas veces los nexos que se entablan en la multitud superan los fetiches de la ideología, el fanatismo e incluso las jerarquías de organización conocidas –lo que no niega que existan lógicas internas de autoorganización– pues lo único que se intenta es desplegar y vivir relaciones verdaderamente humanas.



En algún momento me había animado a decir que la ciudad de El Alto era una no-ciudad pues en ella siempre están presentes contradicciones entre la ciudad (moderna-occidental) con esa parte que no deja de ser comunidad, y esa lucha siempre sale a relucir en cualquier espacio donde la multitud se congregue (con o sin fin político); y al parecer esa búsqueda –de lo verdaderamente humano– desarrolla relaciones que superan lo conocido y lo formalmente aceptable.



Parecía ser un domingo más en mi no-ciudad donde los campeonatos barriales y la feria de la 16 de julio son los centros donde gira la actividad de sus habitantes pero hace ya algún tiempo atrás se había estado gestando una gran expectativa por tener un representante alteño en esa que se llama la Liga Profesional de Futbol boliviano, más allá del futbol, el equipo y todas esas superficialidades que nos tienen acostumbrados sus comentaristas, algo pasó que hizo inigualable esta experiencia. 



Primero, la ubicación del estadio alteño se encuentra en el lugar menos concurrido de la ciudad, muchas de sus calles (como en toda la ciudad) siguen siendo de tierra, aunque también dos de las más grandes avenidas alteñas (que se encuentran en construcción) son vías de acceso al recinto deportivo (Av. Litoral, y Av. Julio Cesar Valdez) lo que hace, hasta para un alteño, una experiencia ir al estadio; segundo, en El Alto el fanatismo por el futbol pasa por ser "hincha" de uno de los clásicos equipos paceños, pero como mencione la ambivalencia de la multitud supera fanatismos; tercero, ante la imposibilidad de cumplir todos los requisitos exigidos para jugar el primer partido de "futbol profesional" en El Alto los vecinos desplegaran una serie de actividades comunales (desde limpieza hasta la ayuda en boletería) para cumplir un sueño común; cuarto, nadie hizo un llamado para asistir al mencionado espectáculo, es más muchos se mostraban desconfiados ante la capacidad de respuesta de la gente; quinto, no importa cuán fanático seas de algo (un equipo) hay cosas que mueven con mayor convicción a las personas, entre ellas un sentido de pertenencia y ser parte de algo mucho más grande que el yo particularista.



Alguna vez Karl Marx escribió que la riqueza no es el valor espectral de las cosas sino la capacidad de desarrollar verdaderas relaciones humanas; las personas ricas no se miden por sus posesiones sino por su capacidad de desplegar relaciones humanas y en eso la gente de El Alto es riquísima ¿por qué fue una experiencia diferente? Porque más allá de un equipo y el futbol se desplegó relaciones humanas, desde el respeto al "rival" porque tuvo la valentía de venir y no quejarse como suele ser lo común, apoyar desde una actitud que supera el fanatismo irracional, disfrutar por el simple hecho de disfrutar y eso supera la exigencia a las comodidades –recuerdo cuando los policías intentaban levantar a alguien que se sentó en las gradas y todos nos estrechamos para darle espacio y evitar que lo levantaran, irresponsable para algunos, humano para mí–, compartir por el simple hecho de estar juntos, sin colores y canticos, simplemente por estar ahí –ninguno de los asistentes alguna vez fue seguidor del nuevo equipo representante pero los hicieron sentir "dueños de casa"–.



Alguien me dijo una vez que la fiesta simplemente servía para salir mejor del como entraste (más feliz, más alegre, más vivo); más si mi experiencia con el futbol fue una fiesta deportiva creo que fue una fiesta del vivir, esa que se debe hacer todos los días, sin mezquinas exigencias superficiales pero con grandes sueños, las que se construyen desde la creatividad de la multitud, desde lo que somos y hace visible lo encubierto –detrás de todo existen personas que se relacionan–. Esta no-ciudad siempre me enseña muchas cosas y me regala sentido de ser, que más allá de las formas de vida siempre existe dignidad de lo que somos y hacemos, de lo que guardamos y recibimos del pasado y que se convierten en potencial para cambiar el futuro porque eso hace posible lo imposible, le dan contenido al hacer en el presente, convierte la vida en una fiesta del vivir, fiesta de donde salimos mejor de lo que entramos y pensamos más vida, más caminos y más sueños.




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