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4/11/14

El sacrificio

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Por: Víctor Montoya

Se cuenta que a la altura de la Curva del Diablo, en la autopista que une las ciudades de La Paz y El Alto, justo a las doce en punto de la noche, se aparece a un costado de la carretera una joven fantasma, quien, con el brazo levantado al nivel de la cabeza, hace autostop a los choferes que conducen en estado de ebriedad y a gran velocidad.

Los alteños, conocedores de esta tenebrosa aparición, dicen que se trata del espíritu de Sagrada Santos Mamami, una muchacha de regular estatura, ojos claros, contextura delgada y cabellera lacea, quien una mañana salió de su casa rumbo a la Universidad Pública de El Alto (UPEA), donde cursaba el segundo año de la carrera de odontología. Sus compañeros de curso no la vieron en clases durante el día, por cuanto supusieron que tuvo algún tipo de percance.

Los padres de Sagrada Santos Mamani, al comprobar que no retornó a casa y acosados por un extraño presentimiento de que algo grave le pasó, alertaron a las autoridades pertinentes sobre su misteriosa desaparición, imaginándose lo peor y explicándoles que, siempre que ella tenía algún contratiempo, solía reportarse de inmediato por medio del celular.

Tres días después, los efectivos de la Fuerza de Lucha Contra el Crimen encontraron el cuerpo desnudo y decapitado de la desaparecida en las inmediaciones de la Curva del Diablo. El cadáver, que yacía cubierto por unas ramas entre los matorrales del bosquecillo, tenía las extremidades devoradas por los perros callejeros.

En el mismo lugar, muy cerca del altar del Diablo, la policía halló una bolsa negra de plástico, en cuyo interior había un papel con un texto de música rock y un corazón de res, que tenía incrustados más de una treintena de alfileres con puntas de distintos colores.

La policía se mantuvo hermética sobre los detalles del hecho, pero, pese a ello,  salió a luz pública la información de que la joven, de carácter alegre y trato amable, fue secuestrada, a medio camino entre su casa y la universidad, por una pandilla de adolescentes, que la condujeron en un auto hasta la Curva del Diablo, con los ojos vendados, amordazada y maniatada.

Cuando arribaron al lugar, aparcaron el auto en un recodo de la carretera y aguardaron la medianoche. Después procedieron con su siniestro plan. Se apearon del auto y caminaron por un sendero hacia el altar del Diablo, que está como empotrado al pie de una montaña empinada y con poca vegetación, por donde cruza un riachuelo de aguas turbias precipitándose desde una quebrada.

Allí, en medio de un ambiente dantesco y bajo la escasa luz de la luna, los adolescentes satanistas tumbaron a Sagrada Santos Mamani contra el suelo, le despojaron de sus prendas, pero sin quitarle la venda de los ojos ni la mordaza. Luego extrajeron de una mochila el instrumental para celebrar el ritual de sacrificio de sangre en honor al Diablo, convencidos de que el rito satánico les proporcionaría dinero para formar una banda de rock pesado.

Encendieron velas negras alrededor del cuerpo desnudo de su víctima, rociaron el suelo con aguardiente y pronunciaron oraciones renunciando a Dios, para luego entregarse a merced de Satanás, cuyo nombre invocaban para sentir su presencia y suplicarle, a cambio del sacrificio, el dinero que necesitaban para comprar los instrumentos musicales.

Al cabo de un tiempo, bajo los efectos del alcohol y las drogas, desfilaron uno a uno por el cuerpo de Sagrada Santos Mamani, quien se resistía y retorcía sin poder gritar ni verles la cara, mientras ellos hacían gala de su desenfrenada fechoría, como si fuesen miembros de una manada de fieras salvajes.

Uno de ellos, puñal en mano, dio inicio al ritual de sacrificio, provocándole un corte entre los senos. La herida fue tan profunda, que la sangre brotó a borbotones. Otro adolescente sacó un pequeño cuaderno del bolsillo de su chamarra, untó su dedo con la sangre de Sagrada Santos Mamani y dibujó sobre la hoja cuadriculada un círculo que encerró a la estrella de David invertida.

El rito de sacrificio prosiguió entre invocaciones a Satanás y blasfemias contra el cristianismo, hasta que Sagrada Santos Mamani falleció desangrada a causa de varias puñaladas en el corazón. Los malhechores, a poco de salir del éxtasis provocado por el ritual satánico, decidieron decapitarla y abandonarla en el lugar, antes de marcharse por el mismo sendero por donde llegaron hacia el altar del Diablo.

Cuando la policía halló el cuerpo desnudo de Sagrada Santos Mamani, constató que tenía una serie de laceraciones y tatuajes de símbolos relacionados con las sectas que adoran a Satanás, como una estrella de David invertida y una imagen con cuernos en representación del Diablo, que le grabaron en el abdomen con la punta de un escalpelo. Su cabeza, que estaba tirada a un costado, con los cabellos apelmazados por la sangre, tenía todavía la venda en los ojos y la mordaza entre los labios.

No cabía la menor duda de que los autores del crimen pertenecían a una secta satánica y que, por las características del sacrificio y el texto de música rock encontrado en la bolsa de plástico, estaba conformada por una pandilla de adolescentes dedicados a practicar cultos maléficos para dar rienda suelta a sus aspiraciones casi nunca satisfechas.

La policía, en una de sus declaraciones a la prensa, manifestó que estos adolescentes, que compartían el gusto por la música de Heavy Metal, la forma de vestir, hablar, gesticular, peinarse y hasta de comportarse, tenían en mente la sacrílega idea de que la veneración por el príncipe de las tinieblas les ayudaría a conseguir el dinero para adquirir los instrumentos electrónicos que necesitaban para armar una banda de música rock.

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